miércoles, 27 de junio de 2012

POLAROIDS

Es extraño, esto que intentó ser un diario se convirtió en una serie de sucesos y recuerdos inconexos. Mi memoria ahora carece de una secuencia lógica. Llevo dos semanas sin escribir una sola palabra. De pronto me siento tan confundido, no se si las cosas sucedieron como las recuerdo o inconscientemente invento las situaciones para hacerlas parecer más interesantes o dramáticas de lo que en realidad lo fueron.

Primero me veo comiendo una manzana. Imagino que escucho, aunque solo leo tus labios dibujando un tímido -adiós-. Luego aparecemos juntos, caminando hacia alguna parte. Nos vemos contentos, hay una extraña sombra de felicidad en nuestros rostros. Después compartimos algo que parece una hamburguesa (imagino que es de pollo) siguiente cuadro y los dos lloramos. Luego, en otra imagen, estamos otra vez sonriendo.

Y así las imágenes se van mezclando. Lo raro es que no hay diálogos o quizá los he olvidado. Son solo las imágenes. Fotografías instantáneas. Polaroids, se parecen a eso. No hay movimiento, solo cuadros fijos. No hay noches, no hay días. No hay tiempo.

He intentado darles cierto sentido. Armar un guion como de película muda. Y es absurdo porque he hecho un marasmo, he creado una telaraña de imágenes, recuerdos y momentos. De los cuales no puedo distinguir entre los reales, los ficticios, los meramente utópicos o aquellos que tan solo son delirios. No existen los lunes, no existen los martes, los viernes. No hay día primero, ni tampoco el que le sigue. Todo se encuentra revuelto.

Y digo que es extraño porque me aterra enfrentarme a esta página en blanco y me aferro a esos recuerdos, que se han vuelto un arma mas, para seguir luchando cada noche contra el insomnio.

miércoles, 23 de mayo de 2012

BREVE HISTORIA DE AMOR

             Yo tenia la vida un poco vuelta mierda, un poco rota, un poco desesperada, un poco incierta, un poco perdida, un poco nublada, un poco triste, un poco enredada, un poco lejana, un poco nudosa, un poco sola. Un poco llena de música. Música como graznidos de patos, como aullar de lobos. Tenía un poco de lobo, un poco de feo oso. Un poco de león viejo, un poco de camello.

Ella tenía rímel sobre los ojos y miedo a los espejos, tenía grandes ojeras. Tenía miedos inmensos, dudas gigantes. Tenia lagrimas secas. Muy, muy secas. Tenía el alma vacía, el corazón en pedazos. Tenía labios pequeños con los cuales regalaba besos que sabían un poco a perro, un poco a cerveza, un poco a silencio, un poco a oscuridad, un poco a 5 de la mañana. Un poco a lluvia, a humedad, a saliva reseca, un poco a olvido.

Yo le dije hola. Pero en realidad le dije; quiero llenar tu esqueleto de mariposas de humo. De sueño. De nubes preñadas con lluvia de colores. Quiero comerme tus dedos. Y llenar tus ojos con alfileres, con ruido, con canciones. Quiero llenar tu corazón con mi oscuridad, con mis lápices, con mis dibujos. Quiero hacerte el amor entre frases de poemas cursis. Quiero besarte el alma, el cuello. Quiero abrazar todo tu pasado. Todas tus horas. Quiero tu vida marchando paso a paso con la mía.

Ella me dijo hola. Pero en realidad me dijo; tranquilo vas muy de prisa. Pareces un tren a toda maquina. Pareces un gusano negro. Un gusano de acero. Pareces un fantasma deprimido, intranquilo. Por ahora solo abrázame. Tan solo rodea con tus brazos mi cintura y cántame una canción que hable de la luna. Que hable de dos amantes locos que se suicidan. Abrázame y no me sueltes, arrúllame con mentiras. Con galletas de vainilla. Abrázame y sálvame de la noche hasta que la luz enfermiza del día lo impregne todo.

Sus palabras olían a fresa, a chicle masticado por horas. Olían a incertidumbre. Temblaban de miedo. Temblaban en la punta de su lengua. Se escondían tras los dientes. Entre sus secretos. Y sus secretos olían a café con 1 de crema y dos de azúcar, a jugo de naranja, a limón. Sus secretos olían a luz azul de neón, a suavizante de telas, a tinte de cabello, a jabón de cereza. Ella completa olía a vida, a depresión. Tenía ese olor característico del amor reprimido.


Yo le dije tranquila. Y mis palabras olían a emoción. Un poco a brisa de mar, un poco a paloma. Olían a sangre. A chocolate, a incienso quemado. A recuerdo quemado, a tiempo quemado. Un poco a diablo. Un poco a resaca, a eructo de vodka. Y mis palabras temblaban en mi garganta, en mi tráquea. Temblaban sobre mis pupilas llenas de confusión, llenas de lágrimas, llenas de sal. Yo por completo olía a vida, a depresión. Tenía el olor característico del amor reprimido.

Ella me dijo voy a darte un beso. Voy a comerme con un beso todas tus dudas, toda tu confusión, todas tus aristas, todas tus espinas. Voy a darte un beso que abarque todas tus mañanas, todos tus despertares. Un beso que puedas colgar en la ventana para que le de el sol, para que crezca y de frutos. Pequeños besitos que se te desperdiguen por el cuello, por el pecho, por los parpados. Que puedas llevarlos al parque a correr sobre las hojas secas. A comprarles helados, a volar cometas. Voy a darte un beso que recorra todo tu cuerpo, todo desde adentro. Un beso que intentara reparar tu vida y que ayude salvar la mía.


Y yo le dije voy a sostener tu mundo con mis brazos. Voy a llenarte de frases hechas leídas en alguna parte. Voy a hablarte de la nostalgia de las horas. Voy a explicarte la logica de las flores, la teoria de los colores. Voy a calmar tus ansias con mis garras. Voy a cubrir el hueco que tienes en el pecho. Voy a llenarte de palabras, un poco ciertas, un poco tiernas, un poco duras. Y de mientras ire haciéndote promesas, que los dos sabremos no podrán cumplirse.

sábado, 14 de abril de 2012

El NOMBRE DE ELLA

EL NOMBRE DE ELLA



Pensaba en ella como un ser sin rostro, como una sombra etérea. Ya
en este punto, despues de un tiempo en que todo se fue degradando, toda Ella era
una mentira, algo intangible, irreal. Tan solo seis letras. Su cuerpo un
recuerdo vago de cabellos teñidos, pestañas postizas, alas, toneladas de
nostalgia, delgadez, blancura.

Por más que lo intentara
nunca lograba (o nunca se atrevía) ver sus ojos. Ella terminaba por volverse un
punto pequeñito, difuminado en esa nube opaca que él había construido para
atraparla. Para que no se le escapara. Quería retenerla, llevarla con él para
siempre. Parasitando en un dolor que no acababa.

No le interesaba saber que fue de ella, no quería saber si existió
siquiera. Más importante era marcarla de manera indeleble en su
memoria. Idealizarla. No quería saber si la quiso, si algún día la amo, o si tan
solo como entro, salió de su vida. Sin avisar, sin anestesia, sin
saber.

Y ese no querer saber que lo carcomía, que lo reducía a ser ese
caótico y desesperado envoltorio de huesos al cual le faltaba algo. Un alma,
supongo. Era entonces cuando se envolvía en ese manto de fatalidad, de tristeza,
de miedo. Y era ese miedo quien lo orillaba cada noche antes de dormir a pararse
fijamente; con la mirada vidriosa y rota, frente al espejo y repetir tres veces,
sin parpadear, en voz alta (como si fuera un mantra) El nombre de
ella.

viernes, 24 de febrero de 2012

BELLEZA PALIDA









De pronto despiertas y la poca luz de la habitación te ciega momentáneamente. Las paredes o sus habitantes internos, comienzan ese ruido que a ti te taladra el cerebro, la cabeza te explota.

Desearías estar en cualquier otra parte. Desconoces qué hora es, media mañana tal vez. Sabes que estás en tu casa, en tu cama. Reconoces las paredes, el color amarillo gastado y esas malas reproducciones de Munch.

No tienes idea de cómo llegaste, no recuerdas el día de ayer, ni el anterior. Tampoco es que te importe mucho, solo pretendes armar una historia para llenar el vacío. Las sabanas empiezan a ponerse calientes, además pesan demasiado. Con un poco de esfuerzo vences a las fantasmas que te atan a la cama, sus brazos invisibles se estiran y pretenden retenerte. Te incorporas, te sientas sobre la orilla, bajas tus pies solo para saber que el piso esta frio.

Ganas la batalla, te levantas, estas desnudo. Caminas hacia el espejo, limpias tus ojos, intentas acomodar tu cabello, te pones de lado, sumes la panza. Oyes un ruido en el baño, el agua del grifo corriendo ¿la habrás dejado abierta tu cuando llegaste? Imposible, hace un segundo no se escuchaba. Alguien, quien sea que este dentro, escupe, luego se escucha un ruido fuerte, tú lo reconoces como el sonido que provoca la tapa del escusado.

Vuelves a la cama, la perilla gira, la puerta está a punto de abrirse. No entiendes lo que pasa, te repites que es un sueño. La puerta se abre y aparece ella. Se acerca hacia ti, esta desnuda, pero tú no haces caso de sus pechos al aire y te concentras en la pálida piel y las venitas verdes, que asemejan una tela de araña, bajo sus ojos de sueño. Su cabello rubio alborotado y la raíz negra que empieza a pintar su cráneo.

Sonríe, y su sonrisa lo llena todo, podría derretir los polos. Te da los buenos días, tú no sabes que decir. Te quedas quieto, sin moverte, sin pestañear siquiera. Te da un beso, y su boca sabe a menta. A menta fresca, y ¡maldición! Sus besos saben a vida recién nacida.

Toma tus manos entre las suyas. Están frías. Entrelazan sus dedos, sus largos dedos. En el índice porta un anillo en forma de mariposa. También esta frio y tu adivinas que quizá sea de plata. Pregunta que tal dormiste, contestas que aun no despiertas. Y otra vez su sonrisa lo llena todo, te envuelve en un calor tibio. Te hace sentir bien, te sientes condenadamente bien.

No recuerdas su nombre, pero sabes que la amas. La has amado siempre. Recarga su cabeza en tu pecho, te abraza. Sientes ganas de llorar, unas profundas ganas de llorar. Sientes que estas a punto de romperte, tus ojos son un rio a punto de desbordarse. Algo se atora en tu garganta y no te deja hablar.

Lucia, el nombre se ilumina en tu cabeza y todo encaja. Ahora comprendes. La memoria te estaba jugando una mala pasada. No eran solo dos días los que tenías perdidos, eran más de veinte años, hasta que la conociste a ella. Las cosas, los eventos, las horas, embonan. Ahora tienes una historia que lo explica todo.

Tomas su barbilla, levantas su cara. Miras dentro de sus ojos, y te provoca escalofrió. Son tan profundos. Pasas tu mano por su nariz, por su mejilla, por sus labios. Cuentas sus lunares. Es tan bella. La besas, y sus labios siguen sabiendo estupendamente bien. La abrazas más fuerte, la atraes hacia tu pecho y le haces una pregunta, que lo encierra todo.

-¿sabes que te amo?

No esperas respuesta, vuelves a besar sus labios. Sabes que lo sabe. Eres correspondido. Te sientes condenadamente bien. Sonríes.