jueves, 14 de julio de 2011

EL ESCRITOR

Su mundo era imaginario. Estiro su mano y contemplo largo rato sus huellas dactilares, su rostro de mártir paranoico, tenía una expresión estúpida. Cuando sus dedos convertidos en polvo, cayeron a la alfombra. Quiso moverse, usar su otra mano para recogerlos, pero no pudo. Sentía un cansancio tremendo, una astilla de realidad le atrevezo el cerebro, encendió otro cigarrillo, alcanzo su libreta de apuntes y escribió:


“cuanto mas se abandone uno, menos lo abandonaran los demás”
F.N




De pronto se supo solo, se sintió enfermo, necesitado de un platón de sopa caliente, de una manta tibia, quizá de un abrazo. La cabeza le dolía, sentía los labios como papel de estraza, una bola de fuego atorada en su garganta.
–Los dioses están en mi contra- bromeo para si mismo.
No llego a sonreír, se quedo dormido.



Demasiado tiempo de estar activamente interesado por la suerte de la humanidad había ido mermando su lucidez. En medio de sus sueños gritaba frases inconexas, alguien quería asesinarlo, lavarle el cerebro, o hacerle un cambio de conciencia. Estaba en la lista de personas sospechosas de cometer el peor de los crímenes. Hombres de rostros alargados y humeantes lo buscaban, lo perseguían a el por conocer la verdad revelada. El secreto de cómo se mueve el poder en las sombras. Demasiados volúmenes dedicados al tema, sus contactos secretos lo habían elegido a él como intermediario. Para mostrarle al pueblo como un grupo de judíos millonarios controlaban el mundo. Alienígenas y zombies babeantes, naves interplanetarias, reptilianos instalados en la tierra, campañas medicas, la educación, la demanda y el consumo. Todo servía, incluso se apoyaban en falsas teorías, enseñadas como hechos. Sus pesadillas fueron tremendamente reales, completamente vividas.

Un par de horas después despertó empapado en sudor y orines, su incontinencia lo había traicionado. No supo precisar si era de día o de noche, la habitación estaba en penumbras, con un gran esfuerzo pudo sentarse. Llevaba dos días tirado en ese sillón. Temblando, delirante. ¿Alguna bacteria? ¿le habrían puesto algo en el agua? ¿algún virus en el aire?. Pensó que todo era posible. Tembloroso se puso de pie, vacilante dio algunos pasos, tomo una pijama. Se dirigió al cuarto de baño, abrió la puerta, encendió la luz. Se quito la ropa mojada y sepuso la pijama. Miro su rostro en el espejo, se asusto, estaba pálido cadavérico, su cabello entrecano estaba sucio y despeinado, su aliento olía mal y sus mejillas estaban hundidas. Esta vez habían acabado con el, estaba seguro. Se hecho agua sobre la cara, tuvo miedo de ver que había en sus ojos. Apago la luz y salió.

En un escritorio removió varios libros, algunos escritos por él. Unas cuantas hojas de papel donde había apuntado algunas nuevas ideas. Era escritor, de eso vivía. Por lo menos eso pensaba. Abrió un cajón y encontró lo que buscaba. Se sirvió un whisky, lo tomo de un trago.


De vuelta en el sillón tomo el pequeño termómetro, lo puso en su oído, marcaba 41 grados, una fiebre altísima.
-Por la menos ya tengo a que echarle la culpa por mis desvaríos- penso
Sonrió.
Y se durmió muy tranquilo.

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