viernes, 24 de febrero de 2012

BELLEZA PALIDA









De pronto despiertas y la poca luz de la habitación te ciega momentáneamente. Las paredes o sus habitantes internos, comienzan ese ruido que a ti te taladra el cerebro, la cabeza te explota.

Desearías estar en cualquier otra parte. Desconoces qué hora es, media mañana tal vez. Sabes que estás en tu casa, en tu cama. Reconoces las paredes, el color amarillo gastado y esas malas reproducciones de Munch.

No tienes idea de cómo llegaste, no recuerdas el día de ayer, ni el anterior. Tampoco es que te importe mucho, solo pretendes armar una historia para llenar el vacío. Las sabanas empiezan a ponerse calientes, además pesan demasiado. Con un poco de esfuerzo vences a las fantasmas que te atan a la cama, sus brazos invisibles se estiran y pretenden retenerte. Te incorporas, te sientas sobre la orilla, bajas tus pies solo para saber que el piso esta frio.

Ganas la batalla, te levantas, estas desnudo. Caminas hacia el espejo, limpias tus ojos, intentas acomodar tu cabello, te pones de lado, sumes la panza. Oyes un ruido en el baño, el agua del grifo corriendo ¿la habrás dejado abierta tu cuando llegaste? Imposible, hace un segundo no se escuchaba. Alguien, quien sea que este dentro, escupe, luego se escucha un ruido fuerte, tú lo reconoces como el sonido que provoca la tapa del escusado.

Vuelves a la cama, la perilla gira, la puerta está a punto de abrirse. No entiendes lo que pasa, te repites que es un sueño. La puerta se abre y aparece ella. Se acerca hacia ti, esta desnuda, pero tú no haces caso de sus pechos al aire y te concentras en la pálida piel y las venitas verdes, que asemejan una tela de araña, bajo sus ojos de sueño. Su cabello rubio alborotado y la raíz negra que empieza a pintar su cráneo.

Sonríe, y su sonrisa lo llena todo, podría derretir los polos. Te da los buenos días, tú no sabes que decir. Te quedas quieto, sin moverte, sin pestañear siquiera. Te da un beso, y su boca sabe a menta. A menta fresca, y ¡maldición! Sus besos saben a vida recién nacida.

Toma tus manos entre las suyas. Están frías. Entrelazan sus dedos, sus largos dedos. En el índice porta un anillo en forma de mariposa. También esta frio y tu adivinas que quizá sea de plata. Pregunta que tal dormiste, contestas que aun no despiertas. Y otra vez su sonrisa lo llena todo, te envuelve en un calor tibio. Te hace sentir bien, te sientes condenadamente bien.

No recuerdas su nombre, pero sabes que la amas. La has amado siempre. Recarga su cabeza en tu pecho, te abraza. Sientes ganas de llorar, unas profundas ganas de llorar. Sientes que estas a punto de romperte, tus ojos son un rio a punto de desbordarse. Algo se atora en tu garganta y no te deja hablar.

Lucia, el nombre se ilumina en tu cabeza y todo encaja. Ahora comprendes. La memoria te estaba jugando una mala pasada. No eran solo dos días los que tenías perdidos, eran más de veinte años, hasta que la conociste a ella. Las cosas, los eventos, las horas, embonan. Ahora tienes una historia que lo explica todo.

Tomas su barbilla, levantas su cara. Miras dentro de sus ojos, y te provoca escalofrió. Son tan profundos. Pasas tu mano por su nariz, por su mejilla, por sus labios. Cuentas sus lunares. Es tan bella. La besas, y sus labios siguen sabiendo estupendamente bien. La abrazas más fuerte, la atraes hacia tu pecho y le haces una pregunta, que lo encierra todo.

-¿sabes que te amo?

No esperas respuesta, vuelves a besar sus labios. Sabes que lo sabe. Eres correspondido. Te sientes condenadamente bien. Sonríes.